El trabajo gráfico de uno de los mayores artistas mexicanos se exhibe actualmente en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara (hasta junio de este año): Rufino Tamayo, a quien conocemos básicamente por su pintura. Aun sin dedicarse de tiempo completo a la obra impresa, aportó más que todos los artistas reunidos en talleres y dedicados de tiempo completo a esa disciplina. La muestra ha buscado dar un panorama amplio de sus inquietudes estéticas y técnicas dentro de ese capítulo del arte mexicano.
Esta retrospectiva abarca todo el periodo creativo de Tamayo: más de setenta y cinco años. Están presentes trabajos de cada década en que realizó obra gráfica; así, hay piezas de xilografía o grabado en madera logradas entre 1920 y 1939, una de ellas especialmente significativa: una Virgen de Guadalupe impresa con el reverso de una cuchara, trabajo en que el artista expresa las condiciones que lleva el título de la muestra.
Si se ve con atención, en esa obra están presentes lo mismo la herencia popular e indígena del artista que su deslumbramiento ante la vanguardia europea. En este caso el expresionismo alemán, esa fuerza expresiva, es el ingrediente inasible con que Tamayo salva a esa pieza de ser una obra artesanal, o una estampa devocional, aunque también lo artesanal es un valor visible no solo en este grabado, sino en toda su producción de obra gráfica.
El recorrido por las técnicas que utilizó el artista para expresarse tiene como conclusión un grupo de Mixografías©, que es una técnica de impresión muy compleja inventada por el propio Tamayo y el ingeniero Luis Remba en el Taller de Gráfica Mexicana durante la segunda mitad de los años setenta.
El criterio básico en que se dispusieron los cuadros en las salas del museo es cronológico, pero también se plantea una secuencia de temas. Por ejemplo, se colocaron en secuencia algunas gráficas que representan sandías o perros para apreciar la inagotable inventiva del artista. El recorrido deja claro, junto con la lectura de las cédulas, cómo evolucionó el arte gráfico de Tamayo por más de setenta años. También se buscó producir armonía y que el espectador salga emocionado con esta obra.
La obra de Rufino Tamayo es monumental. Su vida fue larga y sin declive, con una inventiva inagotable y propuestas renovadas. Vivió fuera de México por más de veinticinco años en que fue referente de la cultura mexicana, primero en Nueva York y luego en París. La muestra refleja algunos de esos momentos.
Hay pocas oportunidades de ver la obra de Tamayo, ya que se encuentra dispersa por el mundo, en los museos y colecciones más importantes de distintos países, de ahí que la muestra del MUSA resulte de suma importancia para nuestro contexto cultural. Seguramente conmoverá a algunos de los visitantes y abrirá nuevos horizontes a algún joven. Si eso ocurre, habrá valido la pena tanto esfuerzo: el del coleccionista que ha reunido obra por obra, invirtiendo recursos considerables, y el de la institución, que ha abierto sus puertas para mostrar esta obra al público que quiera asomarse al universo Tamayo. Pero, sobre todo, la relevancia de esta muestra reside en dar al público una experiencia ante la obra de uno de los creadores más importantes de la cultura nacional.
Texto y curaduría de la muestra: Juan Carlos Pereda
Imágenes: cortesía del MUSA