“Habitar un espacio es apropiarse de él. Es la alteración de un ambiente físico para satisfacer las propias necesidades del ser humano”, explica la arquitecta Liliana Viveros, líder de varios proyectos de una firma que ha logrado llevar la arquitectura mexicana más allá de sus fronteras: FR-EE.
Con trabajo en el extraordinario Museo Soumaya, el polémico nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, el Museo de Medios en los Emiratos Árabes o el centro de convenciones G-20 en Los Cabos, todos proyectos a gran escala y proyección, la arquitecta ha sabido ejecutar su pasión por crear espacios habitables, trasladándolos del “no lugar”, que para muchos significan estas construcciones, a lugares con arte, identidad e historia propios.
¿En qué momento un arquitecto se desprende de su obra para que se convierta en parte de una ciudad y sus habitantes?
La arquitectura en sí misma forma parte de la ciudad y de su paisaje, desde la concepción hasta la terminación de una obra. Debe pensarse de esta manera, tal como lo expresa Alejandro Aravena en su discurso de aceptación del premio Pritzker: “La arquitectura es dar forma a los lugares donde vive la gente, no es más complicado que eso, pero tampoco más sencillo”.
¿Qué significa para ti la identidad en términos de arquitectura, refiriéndonos a las ciudades?
La arquitectura debe reflejar la identidad del lugar en que se encuentra, expresando la temporalidad en la que fue construido un espacio (tecnologías, materiales disponibles, momento social). Es la manifestación de la sociedad en nuestro mundo físico.
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Texto: María Michel
Imágenes: cortesía