El provocativo e irónico artículo del diseñador italiano Bruno Munari cumple 74 años desde su primera publicación en la revista italiana de diseño Domus.
México Design te trae una traducción del original italiano, así como la icónica serie fotográfica (foto-ensayo) que acompañó al texto en su primera edición.
Domus n. 202, octubre 1944
Uno vuelve cansado a casa por haber trabajado todo el día y se encuentra con un sillón incómodo
Quien hace diseño mobiliario se preocupa, generalmente, de hacer muebles nuevos, de inventar una nueva forma de mesa, de silla, de perchero, de sillón. Tomemos por ejemplo el caso del «sillón», que es el más evidente. ¿Cuántos sillones distintos ha visto usted en su vida? Le habrá ocurrido alguna vez eso de sentarse en sillones bajísimos (sillones en los cuales las respetables señoras jamás se sentarían), o sillones con el asiento tan largo que su nuca tocaba constantemente el respaldo. Sillones llenos de esquinas al puro estilo del siglo XX; sillones ergonómicos sobre los que uno se pierde apenas se mueve, sillones de tubos cromados, de madera, de dientes de elefante. Pero diga la verdad: Cuánto es reconfortante acomodarse en un camastro barato… Y aun así, el buen burgués no lo quiere en su casa porque es vulgar, a menos que sea de metal cromado y revestido de piel de serpiente boa. Usted comprenderá que se pueden emplear miles de años (e incluso un poco más) inventando muebles siempre distintos, siguiendo todas las modas de todos los países, los materiales que la industria lanza al mercado a cada momento, las tendencias, etcétera. Todo para satisfacer el gusto del buen burgués que no quiere tener en su casa un sillón igual al de su colega de la oficina. Cada uno quiere un mueble diferente, y la verdadera función de un sillón, por ejemplo, la comodidad, se va al demonio.
Ahora yo digo: ¿Le parece sabio este modo de trabajar? ¿Cree que es un trabajo digno y humano, y que conlleva a un resultado real? ¿Por qué no en lugar de romperse la cabeza cada vez que se quiere diseñar un sillón (la observación vale para cualquier mueble), probando siempre a diseñar una pieza única, extrañísima y nunca antes vista, no mejor buscamos perfeccionar el mueble que hasta ahora y desde todas las épocas es reconocido como el más simple y cómodo asiento de descanso, ese que comúnmente llamamos sillón, camastro, tumbona? ¿Por qué no orientamos nuestra búsqueda hacia este sentido?
Olvidémonos por un momento del diseño de interiores. Atención: Esto es Samos en el año …a. C., Pitágoras expone en la Galería Alfa las tablas de multiplicar. Todos admiramos juntos la obra original, y ninguno, ya en casa, piensa luego en rehacer otra completamente diferente al gusto y estilo de su cliente. Hoy no tendríamos ninguna certeza del álgebra.
Pero volvamos a nuestro caso y pensemos en meternos todos juntos a estudiar un modelo perfeccionado del mueble, de la silla, de la manija. Los instrumentos de trabajo tienen todos una forma característica, es cierto, resultado de la sugerencia dictada por el uso de tal instrumento; incluso tienen una estética propia: un martillo no está hecho con intenciones de arte sino que cada una de sus partes responde a un propósito. ¿Deseamos hacer un martillo floral?, ¿barroco? Se puede, sí, buenísimo. Pero la función se va a la… Hace falta perfeccionar cada objeto y cada mueble y no hacer miles de variantes; perfeccionarlo en todos los sentidos, que no siga la moda (ver: el martillo) sino que dure al menos hasta el año …d. C. Entonces podremos jactarnos de decir que trabajamos para nostros, para el Hombre (y para la Mujer) y no solamente para la Inspiración (o la extravagancia). Esta manía de lograr la pieza única se está abriendo calle en el campo de los vehículos. Hemos visto miles de bicicletas, todas diferentes la una de la otra. “Yo tengo ésta”, “tú no la tienes”, “la mía es la más bonita”, “la mía cuesta más”. Niños. Niñitos. Diga la verdad: ¿compraría usted un sillón donde esté seguro que va a poder descansar a sus anchas, incluso si este modelo lo tienen todos?
Creo tener entendido que diseñar no quiere decir “inventar una nueva forma de tal mueble”, sino ambientar un mueble común, una vulgar silla para echarse.
Bruno Munari
Publicado originalmente en la revista Domus 202, en octubre de 1944.
Traducción: Kevin Cárdenas