Una silla no. Mejor un butaque. Un bajo y cómodo asiento ligeramente inclinado hacia atrás para leer un libro o pensar en la siguiente obra en esa habitación propia descrita en 1929 por Virginia Woolf donde nos podemos sentir libres, seguras, creativas y, sobre todo, independientes y completas. En ese espacio por el que todavía luchamos debería existir al menos un butaque, el que rescató de la tradición y volvió moderno la cubana Clara Porset (Matanzas, 1895), la arquitecta y diseñadora que revolucionó el diseño industrial en México, y en cuyo nombre desde entonces la UNAM premia a una diseñadora cada dos años para subrayar su influencia y su legado, pero también la urgencia por una verdadera equidad creativa, laboral, económica, social, sexual y cultural.
Retrato de Clara Porset
Celebramos el Día Internacional de la Mujer de la mano de Clara Porset en la habitación propia de Virginia Woolf “La poesía está toda impregnada de ella desde el principio hasta el fin; de la historia está casi ausente”, nos grita todavía la escritora londinense, y a las pocas ellas que han logrado incluirse en la narrativa de nuestra identidad artística. Clara, “la mujer diseñadora con carácter fuerte que participa en eventos sociales con artistas, en marchas políticas, en eventos culturales de diseño a nivel nacional, con personalidades internacionales, proyectos de oficina, hoteles, productos de madera conocidos y otros de metal no tan reconocidos pero innovadores para su historia”, explica Jorge A. Vadillo López, del Archivo Clara Porset de la UNAM.
Butaque de Clara Porset
Clara Porset realizó estudios de arquitectura y diseño de mobiliario con el creador Henri Rapín en París, en la Ècole de Beaux Arts, en la Sorbonne y en el Museo de Louvre entre 1928 y 1931. Regresó a su natal Cuba, pero debido a su participación en una huelga tuvo que exiliarse en México en 1935, nunca dejando atrás sus compromisos sociales y de izquierda.
Mobiliario para la recepción (y otras áreas) en el Hotel Colón
En 1941 participó en el Organic Design for Home Furnishing, concurso organizado por el MoMA de Nueva York, donde obtuvo uno de los premios por un set de muebles inspirado en la tradición artesanal mexicana con un twist moderno, producto de sus intereses en la Bauhaus y su trabajo en el taller de Josef Albers. En 1946 comenzó a diseñar para la prestigiada firma Artek-Pescoe (hoy solo Artek), y de allí el bello butaque forrado en cuero, en tejidos de ixtle o en tapicería. Desde 1950 colaboró con muchos de los más importantes arquitectos mexicanos de su tiempo, con Luis Barragán y Mario Pani, Max Cetto y Juan Sordo Madaleno, del mobiliario para la residencia del entonces presidente Miguel Alemán a espacios tan comunitarios y públicos como el Hospital La Raza (1954).
Mobiliario para las oficinas de Gastón Azcárraga en Automex. 1954
Porset logró innovar y revalorar el trabajo de los artesanos mexicanos, pero también transformó el trabajo curatorial que hasta entonces se realizaba en el país: en 1952 organizó en el Museo de Bellas Artes de la Ciudad de México la exposición “El arte en la vida diaria. Expresión de objetos de buen diseño hechos en México”, donde iluminó para siempre no solo el trabajo creativo de William Spratling, los Hermanos Castillo, Platería Ortega, Riggs & Sargent, Elena Gordon, Antonio Stevenson o Germán Cueto, sino también la belleza utilitaria de la labor artesanal a lo largo y ancho del país. Presentó piezas hechas en serie como únicas en vitrinas, textiles en bastidores, ambientaciones para entender contextos y regiones, e invitó a la fotógrafa Lola Álvarez Bravo a crear fotomontajes para ilustrar su selección. “Era imposible evitar ya en los años veinte el peso simbólico de lo que se asociaba con la palabra folko con el concepto popularen un mundo cada vez más estandarizado e industrializado”, narró sobre su trabajo.
La invitación para la exposición en Bellas Artes. 1952
Ganó la Revolución Cubana y Porset regresó a su tierra, y allí Fidel Castro le pidió mobiliario para las nuevas y multitudinarias escuelas, y Ernesto Ché Guevara la fundación de la primera escuela de diseño en Cuba, hoy el Instituto Superior de Diseño Industrial ISDI, donde fungió como primera directora y de la que renunció, decepcionada, en 1963.
Ella con Fidel Castro en Cuba, diseñando para las escuelas
Desde 1969 Clara Porset impartió cátedra en la carrera de diseño industrial en la Escuela de Arquitectura de la UNAM. Su pasión por el diseño fue tanta, que en sus últimos años sus estudiantes tomaban el curso en su casa. Clara Porset murió a los 86 años y donó todos sus bienes, archivos y biblioteca a su escuela. En 1992 se fundó la beca que lleva su nombre, ahora convertida en un concurso de diseño para apoyar a jóvenes creadoras. Clara Porset dejó este mundo, y todavía nos faltan muchas habitaciones propias.
Texto: Dolores Garnica.
Crédito de imágenes: Archivo Clara Porset / Centro de Investigaciones de Diseño Industrial / Facultad de Arquitectura / Universidad Nacional Autónoma de México.
Portada: conjunto de sillas y camastros en metal y mimbre.
Datos biográficos tomados del ensayo “Clara Porset, diseño e identidad”, de Ana Elena Mallet.