Elementales: orígenes
Entre el juego de luces y sombras o la armonía entre el vano y el macizo, durante años, todas las relaciones que la humanidad genera con el espacio se han creído concebidas. Sin embargo, hoy por hoy, aunque pareciera que de la arquitectura ya todo está dicho, y que su significado solo puede actualizarse en la práctica, Estudio Lemus Arquitectos reflexiona sobre estos temas.
Poco pudo hacer la poesía ante la globalización de una profesión que se dedica a modelar el entorno físico. Lejos de esa visión romántica, rezagada de la realidad, en el siglo XXI las ciudades se debaten a diario entre nuevos usos y dinámicas colectivas abanderadas por la esfera de la red social. En 1989 Ray Oldenburg extendió el vocabulario de estas urbes al consolidar el concepto de “tercer espacio”. Aquel que a excepción de la vivienda y el trabajo se caracterizaba por mediar la distribución activa del territorio en la construcción de comunidad: cafeterías, cinemas, plazas públicas y centros comerciales, entre otros, figuraban en su lista.
¿Cómo definiría Estudio Lemus Arquitectos el cuarto espacio?
En términos científicos es la activación temporal de las tres dimensiones ortogonales con las que leemos nuestra realidad. En términos líricos “el tiempo vivido”, para Oldenburg, es el espacio vivencial. Detonar la fisicalidad de la arquitectura al recorrer los espacios y conformar memorias plagadas de detalles del lugar percibido. Luces, sombras, colores, texturas, temperaturas, si son sitios contenidos o abiertos. Instantes de sensaciones capturados por nuestros sentidos.
Si bien la concepción de Oldenburg —a 30 años de la publicación de The Great Good Place— puede caer en una retórica desgastada sobre el modelo de desarrollo norteamericano, otros autores, como Marc Augé son menos amables al definir esa relación de tercerización entre el espacio y quien lo ocupa, al grado de acuñarlo como no lugar.
Entrevistado: Juan Manuel Lemus
Entrevista: Ismael Rodríguez
Fotos y retrato: cortesía de Estudio Lemus Arquitectos