Diseño y resiliencia, disfruta la columna de la edición 57 de México DESIGN

 

Por Juan Bonilla Olmos

 

Cuando Roy Jacobsen describió en su novela Los invisibles (De Usynlige, 2013) las casas que conformaban la isla noruega de Barrøy, señalaba que “nadie puede arrogarse el mérito de la ingeniosa distribución, [ya que] es el resultado de una sabiduría colectiva y heredada, edificada sobre experiencias adquiridas a un alto coste”. Esta actitud destacada por Jacobsen habría sido compartida por muchas generaciones para lograr un conocimiento escalonando en el tiempo, que habría permitido la permanencia de los moradores en esa región noruega, afrontando la peculiaridad del clima extremo y la acotada posibilidad de adquirir alimento. La pérdida de vidas humanas debido principalmente a la combinación de estas dos razones, motivó a que los isleños rediseñaran su compacto mundo, para evitar así su posible extinción.

En el último año, la misma vocación por perpetuar la especie humana ha impulsado a que prácticamente todas las naciones del planeta se avocaran a desarrollar estrategias que logren la permanencia y la continuidad vital de sus ciudadanos. A partir de la pandemia del COVID-19, un porcentaje importante de las empresas dedicadas al diseño en general, ha puesto sus energías en mejorar las condiciones espaciales, funcionales, materiales e higiénicas de los lugares domésticos y laborales para afrontar la situación de salud pública.

Esta carrera contrarreloj requirió que tanto las empresas transnacionales como el obrero común tuviesen que flexibilizar sus dinámicas productivas, al grado extremo de que debieron acoplarse a nuevos roles laborales en sectores paralelos, complementarios o incluso diametralmente opuestos en los que se solía trabajar. Ese cambio de rumbo supone a la resiliencia (del latín resilio; volver atrás) como la capacidad de adaptación ante todas las situaciones adversas, para procurar conducirse hacia mejores escenarios de vida. Las situaciones traumáticas que han afectado tanto al individuo como a la comunidad (en este último año a toda la humanidad) deberán ser enfrentadas y sometidas al estudio y crítica constante para salir fortalecido, enarbolando el empoderamiento como el estandarte obligado de un proceso cultural.

Si, por ende, el diseño imprime de manera intrínseca la cualidad de una época, es lógico resaltar que, si algo pudiese estar calificando al diseño de nuestro tiempo actual, es su prioridad por ser resiliente. La forzada necesidad de adaptación a los tiempos de pandemia y la globalidad con la que están sucediendo tales respuestas, delata con creces la flexibilidad de reacción por parte de los seres humanos. Además, el mismo término acuñado hace apenas unas cuantas décadas, sugiere entonces que la marca lingüística sea la adecuada para referirnos en el futuro a esta indeleble porción de la historia.

Hoy se ha puesto a prueba el diseño como una práctica global, donde la velocidad apremiante puede hacer que se logre construir hospitales en tiempo récord u obtener una eficaz vacuna. Se ha sometido el ingenio humano a implementar nuevas competencias, para así sumarse a una creación colaborativa, global, versátil y compartida, donde la principal beneficiada sea la idea básica de que el ser humano es posible, si ante todo, la vida misma está inserta en él. Habrá que continuar resistiendo, mejorando los lazos en nuestras comunidades, para que el día de mañana resulte mucho mejor.

 


 

Juan Bonilla Olmos es director de BOX Estudio de Arquitectura (León, México), despacho con un lenguaje contemporáneo, responsable con la naturaleza y las economías locales, que procura espacios afables en favor de las relaciones humanas.

 

 

Ilustración en portada: Diana Arana

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