En todos los lugares intervenidos por la diseñadora Penélope de la Madrid Garibaldi se entrecruzan con una agilidad sorprendente dos conceptos: el cambio y la permanencia, ambos imaginados no solo desde el diseño, sino también desde la experiencia. Para ella, “cada espacio y cada proyecto tienen una historia que se debe contar de forma sensorial. Un concepto bien orquestado abarca los cinco sentidos y entrega un mensaje”. Platica además que, desde pequeña, toda su vida ha estado vinculada al arte y al diseño: la relación de su madre con la danza, la pintura, el olor del estudio, el construir casas para los juguetes, son parte de esos primeros recuerdos donde seguramente la inclinación hacia el diseño se fue decantando.
Penélope estudió diseño gráfico, pero fue la creación de mobiliario la que marcó su transición a la arquitectura de interiores. En 2004 surgió Ábaka Interiores “como un laboratorio de varias disciplinas del diseño que convergen en la creación de espacios” y que ahora ha llevado al éxito múltiples proyectos, como Casa Restauro, congratulado con un premio Prisma. “En Ábaka las colaboraciones son constantes; tener muchos ojos, manos y corazones involucrados en un mismo proyecto se hace visible tanto en el proceso creativo como en el resultado. Trabajar en equipo con arquitectos, artistas plásticos y urbanos, animadores, diseñadores de iluminación, productores de música, directores de cine, entre otras mil disciplinas” es de las cosas más felices de su trabajo.
Justo ahora que pienso en su nombre es inevitable no traer a la memoria el espíritu del viaje y el encuentro en la Odisea. Penélope es originaria de Culiacán, pero radica desde hace ya varios años en Puebla, “un regalo visual, gastronómico, de historia y de historias”. A pesar del disfrute de esta ciudad, Penélope no tiene una única geografía con la que se identifique. “Entre más mundo conozco más me gustan la variedad y los contrastes. El orden y la tranquilidad de un museo o el armónico desorden sensorial de un mercado en cualquier parte del mundo”. Es desde esta apertura que logro enmarcar la multiplicidad de su trabajo: claroscuros, espacios abiertos, cerrados, pequeños, casas enormes, restaurantes, eventos multidisciplinarios: experiencias multisensoriales.
Además del riesgo —y la transformación que implica crear un ambiente— en un mundo que parece solo preocuparse por el futuro, sin mirar atrás ni detener la marcha, una mirada arqueológica es necesaria. “El respeto a los espacios debe ser fundamental”, asegura Penélope con la inteligencia y sensibilidad con la que ha ido respondiendo a todas mis preguntas. “Un espacio puede cambiar la forma en que convives con el mundo”.
Casi al final de nuestra entrevista le pregunto por su lugar favorito. Penélope se refiere al corazón de su casa, “mi refugio y mi templo creativo”, y la veo claramente tejiendo la trama de nuevos proyectos en ese sofá, enhebrando los hilos, la historia y las historias posibles de cada lugar donde su intervención dejará huella, en cada experiencia, iluminación, acústica, cada gesto sutil del espacio, cada riesgo y acierto, uniendo en la trama del ahora los tres hilos de la historia: el pasado, el presente y el futuro. “No me imagino una vida haciendo algo distinto. Los diseñadores somos diseñadores todo el tiempo”.
Encuentra esta entrevista en la edición 2018 de Insignias, de venta en Sanborns.
Texto: Carla Xel-Ha López
Fotos: cortesía