La inspiración para Jimena Fernández no está en los grandes proyectos arquitectónicos, sino en las calles, restaurantes, tiendas, barrios de ciudades donde observa cómo actúa la gente, cómo se viste, qué está pasando. Viajar es parte de su trabajo. “Observar cómo me siento en esos espacios: contenta o triste, o si me emocioné más de lo normal. Cosechar esas emociones y replicarlas en un proyecto. Un proyecto exitoso es esto: que la gente sienta lo que yo sentí allí”. El espacio diseñado adquiere, además de la individual, una dimensión social.
“La arquitectura tiene un impacto exponencial. Si alguien —ella, por ejemplo— va a su oficina y regresa feliz a su casa, logra llegar a cuatro personas más que quizá sean más felices también, y van a salir a la escuela, al trabajo, con sus parejas… El impacto se multiplica, y si pensamos a la arquitectura como un detonador social podríamos alcanzar a más gente: nuestra responsabilidad es darnos cuenta de la ventaja”.
Según Jimena Fernández cada proyecto arquitectónico parte de una cosecha de emociones, anhelos y gustos, pero también de las sensaciones que puede despertar un lugar familiar, de la infancia o el que visitamos y nos dejó una experiencia placentera. Todo esto con el objetivo de replicarlo a fin de que, a través de las sensaciones, los sentidos, los materiales y los elementos, los usuarios se sientan en un lugar especial.
La asociada del corporativo spAce, uno de los despachos más importantes del país, explica por qué hay que entender a las personas que vivirán en una casa u oficina: “El usuario final debe vivir realmente el lugar; sin alguien que lo aproveche, que lo disfrute, no es arquitectura”. Por eso cada proyecto empieza con una entrevista, para identificar desde lo que al cliente le gusta hacer el fin de semana, le apasiona y lo hace feliz, hasta su actitud y forma de caminar. “Me toma no más de tres preguntas: ¿por qué hace lo que hace?, ¿qué es lo que lo hace feliz?, ¿qué detona esos sentimientos positivos que quiere replicar en su proyecto? Todas las emociones tienen una traducción arquitectónica”.
Aunque pueda parecer que la felicidad y los sentimientos son cosas difíciles de materializar, en el corporativo cuentan con una metodología firme a través de encuestas en línea con las que se da seguimiento a cada proyecto, desde la mudanza hasta meses después de vivir en el lugar. “Tenemos índices de satisfacción del cliente de hasta el 45 por ciento, para mí eso es un proyecto exitoso y medido. La arquitectura es subjetiva, bajo esta metodología logramos demostrar con números que el proyecto es exitoso. No hay cosa más linda que un cliente te recomiende con otro, que presuma su oficina o que en su casa se organicen muchas fiestas”.
Entre los trabajos de los que se siente más orgullosa está el de Red Bull en la Ciudad de México, proyecto de bajo presupuesto donde jugaron con el perfil de los empleados, en su mayoría jóvenes, para que se sintieran como en casa. “Hicieron un hashtag en Instagram (#newhomesamewings) y dos años después todavía los ves llevando el perro a la oficina, colgados de un columpio o en patineta, haciendo suyo el espacio”.
Encuentra esta entrevista en la edición 2018 de Insignias, de venta en Sanborns.
Texto: Alberto Spiller
Fotos: cortesía