Por: Lucio Muniain*
En la arquitectura, más allá de la escala, el material o la forma, hay un elemento esencial e inmutable: la luz. No importa cuán alto, amplio o blanco sea un espacio si no hay luz que lo defina. Es la sombra la que da significado, la que otorga profundidad y revela la esencia de un lugar. Como en un gesto mínimo —poner las manos entre el sol y el suelo— lo importante no es ni la mano ni el suelo, sino la sombra que se genera. En la práctica arquitectónica, la luz es el verdadero material de construcción, el que moldea los espacios y los hace habitables. Este principio ha guiado muchos de mis proyectos como Casa E o HMZ, donde la luz no solo enmarca, sino que define la experiencia del espacio.
Fotos: Marcos Betanzos
El urbanismo, sin embargo, sigue atado a fórmulas que ya deberían haber cambiado. Las ciudades densas siguen diseñándose con ventanas a la calle, a pesar de que la historia nos muestra que las casas que se abren hacia adentro han sido siempre una respuesta eficiente al entorno. En los pueblos de hace cientos de años, la vida ocurría en patios internos, protegidos, íntimos. Hoy, insistimos en lo contrario. Un proyecto como el Aeropuerto de Guadalajara, desarrollado en colaboración con Bosco Arquitectos y Andrés Casillas de Alba, replantea esta relación al proponer una estructura que se fusiona con su contexto de manera más reflexiva y funcional.
Foto: Marcos Betanzos
El cambio de uso de suelo es otro de los elementos fundamentales en la evolución urbana. La Roma, por ejemplo, es una colonia que encontró su riqueza en la diversidad de usos permitidos. Ahí, la arquitectura ha servido para recuperar la vida de barrio: reconocer al otro, caminar al trabajo, vivir la ciudad desde la proximidad. Ese cambio no es un capricho, sino una necesidad. No cabemos más en las calles. Las ciudades no pueden expandirse indefinidamente, pero sus dinámicas sí pueden transformarse. En proyectos como el Grand Hotel Park Royal Vallarta, la integración de espacios abiertos y conexiones con la naturaleza busca generar experiencias que trascienden lo puramente funcional, fomentando una relación más orgánica entre el usuario y el entorno construido.
Fotos: Lucio Muniain
La intersección entre arquitectura, pintura y música es otro de los ejes de exploración. ¿Dónde se encuentran? En la estructura. La pintura ha dejado de ser un medio para preservar imágenes y se ha convertido en el trazo de una idea, en un esbozo de conceptos. La música, por su parte, es el único lenguaje universal, hablado en simultáneo sin interrupciones. Pero la arquitectura es distinta. La arquitectura no pertenece solo a quien la concibe; es un proceso colectivo, condicionado por normativas, presupuestos, permisos y cientos de decisiones externas. En esta relación, la pintura es pensamiento, la música es estructura, y la arquitectura es la síntesis de ambas en el espacio habitable.
Retrato: Jaime Navarro
Es esta búsqueda de equilibrio —o la imposibilidad de alcanzarlo— lo que mantiene viva la práctica arquitectónica. No se trata solo de construir, sino de entender cómo habitamos y transformamos nuestro entorno. La arquitectura no se define por el objeto edificado, sino por su capacidad de dar sentido a la luz, al vacío y a la vida en la ciudad.
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* Lucio Muniain (CDMX, 1969), arquitecto, pintor y músico. Fundador de LUCIO MUNIAIN et al, ha ganado múltiples concursos y expuesto su obra internacionalmente.