Por: Ale Hernández
CEO y fundadora de AH Consulting
Fotos: Ana Santi y cortesía
Hay elementos que no solo se ven, también se perciben. En la arquitectura hotelera, la luz es uno de ellos. Aunque su presencia pueda parecer estática, su verdadero impacto surge cuando se transforma: cuando acompaña el ritmo del día, suaviza el silencio de un pasillo al anochecer o guía al huésped en medio de la penumbra con precisión casi imperceptible.
Diseñar con luz ya no implica únicamente crear composiciones visuales atractivas o generar atmósferas impactantes; hoy se trata de integrar tecnología, control y estrategia para concebir entornos dinámicos, intuitivos y profundamente conectados con el bienestar del huésped.
La evolución de la luz como experiencia dinámica
Los espacios de hospitalidad han comenzado a concebirse como organismos en constante cambio. La iluminación dejó de ser un conjunto de puntos fijos para convertirse en una experiencia envolvente, sensible al entorno y al momento. La dinámica lumínica —su capacidad para transformarse según la hora del día, la actividad del huésped o el clima exterior— marca la diferencia entre un espacio funcional y uno verdaderamente memorable.

Hoy, los hoteles que destacan son aquellos capaces de ofrecer al huésped una atmósfera que lo acompañe, lo entienda y lo envuelva con sutileza. Esto incluye también la sensibilidad hacia diferentes tipos de usuarios: adultos mayores, personas con movilidad limitada o con visión reducida. Diseñar para todos es parte de diseñar con inteligencia.
Además, una luz bien diseñada no solo crea ambiente, sino que brinda confort visual, favoreciendo el descanso, la orientación o el trabajo, según el espacio y el momento. La clave está en colocar luz donde realmente se necesita, respetando la percepción natural del ojo humano y haciendo del entorno un lugar más intuitivo y humano.
Diseño de luz y control sutil: el lujo invisible
El control lumínico es más que ajustar la intensidad o cambiar el color de la luz; es la capacidad de adaptar la atmósfera de un espacio a los ritmos, necesidades y emociones del huésped. El verdadero lujo de una iluminación bien diseñada reside en su capacidad de pasar desapercibida, con transiciones casi imperceptibles que influyen en el cuerpo y el cerebro, generando sensaciones que se traducen en bienestar. Se crean escenas programadas como “bienvenida”, “descanso profundo” o “espacio de lectura”, que permiten al usuario experimentar ambientes cuidadosamente orquestados con un solo gesto, o incluso de forma automática, elevando la experiencia sin exigir atención consciente.
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