Viajar a Las Vegas para empaparse de la visión, los intereses y las necesidades de los directivos del Temptation Resort Cancun. Vivir un año y medio en el Hotel Embajador de Santo Domingo, República Dominicana, para ser al mismo tiempo huésped, diseñadora y supervisora de obra. Diseñar las habitaciones del Hotel Occidental de La Habana, Cuba, asumiendo el reto para conseguir los materiales que el proyecto requerirá ingeniárselas no al cien, sino “al 140 por ciento”. Compartir la cena con clientes en un restaurante de Nueva York o Milán; durante el día, supervisar obras con la cara llena de sudor y las botas de tierra, mientras se comparte unos tacos con los albañiles. No importa lo que sea necesario hacer: cuando de diseñar interiores se trata, para Gina Rosete es claro que “debes dejar tu ego fuera, sensibilizarte y ser empático con las necesidades de los clientes”.
Gina Rosete es fundadora y directora de Tropiqa, despacho con sede en Cancún, Quintana Roo, enfocado en el interiorismo y la gestión de proyectos hoteleros y comerciales. Aunque se trate de un lugar público, como el lobby, o de uno más íntimo, como las habitaciones, todo espacio debe poseer su genius loci, es decir, su espíritu: esa esencia que lo distingue y hace que las personas se apropien de él. “Diseñar es servir a nuestros clientes, aterrizar y materializar sus ideas, aportando nuestra experiencia al cuidar los detalles para imprimir alma al proyecto. En este aspecto, la labor y el apoyo de empresas como Diesco y Deco-simil es fundamental para nosotros”, explica.
En Tropiqa el trabajo comienza con un ejercicio de atenta escucha. La idea es, explica Rosete, sentarse a charlar con el cliente “como si fuéramos grandes amigos”. En el proceso, añade, hay que poner atención no solo a lo que dice, sino también al cómo e incluso a lo que no dice con la voz, pero expresa con el cuerpo. Después llega el trabajo en el despacho: “En donde nuestro gran equipo aporta su talento y pasión, gracias a Daniela, Euge, Claudia y Eduardo podemos materializar los proyectos”, bocetos, búsqueda de materiales, planos, modelos, impresiones; procesos en los que se mantiene un diálogo abierto con los clientes, algo que Gina Rosete califica como vital porque “nuestro trabajo se trata de materializar el deseo y las necesidades de cada cliente. Cuando los escuchamos y analizamos lo que quieren, ellos nos dan la pauta y nosotros nos enfocamos en investigar cómo quieren sentirse al estar en ese espacio, qué desean transmitir y qué emociones despertar”.
Un hotel no es una casa, ni los empleados ni los huéspedes son una familia. Sin embargo, todos se apropian del espacio, lo hacen suyo, viven su espíritu y se contagian de él. Por eso, para Rosete son importantes las opiniones de todos: desde los dueños e inversionistas hasta los gerentes y las amas de llaves. “Nos tomamos el tiempo para considerar el punto de vista de todos ellos, lo analizamos y, basándonos en nuestra experiencia, generamos propuestas de valor. Tratamos de dirigir la orquesta lo más objetivamente posible”, dice la arquitecta, y añade que, como interioristas especializados en hotelería, uno de los objetivos de Tropiqa es “lograr que los clientes encuentren experiencias especiales que tal vez no tendrían en su casa, que puedan cumplir sus fantasías y se sientan libres: que se adueñen y se apoderen de los espacios para vivir experiencias estimulantes que recuerden siempre”.
Esta entrevista forma parte de la edición 2018 de Insignias, de venta en Sanborns.
Texto: Édgar Velasco
Fotos: cortesía