Una inmensa fachada de alguna construcción de los años cuarenta color rosa, hasta allí todo normal. A un lado la visión urbana de la fábrica en gris detrás del edificio, la caja de un aire acondicionado y una persiana faltante en una ventana, ese detalle que formaliza el contexto: una ciudad desgastada por el tiempo. A un lado un gran letrero en un rosa más obscuro dota de otra vista y de otra historia a la imagen: “El sex shop”, óleo sobre tela fechado en 2014, es muestra inconfundible del espíritu contemplativo, poético, insurrecto y subversivo del creador tapatío Samuel Meléndrez, quien después de varios años de silencio este 28 de noviembre inaugura una retrospectiva en el Museo de la Ciudad de México bajo el título Homenaje a la memoria.
Sabemos que ciudades hay muchas, pero también que cada una se convierte en otras infinitas desde quien vive cada urbe. Si creíamos que la obra de Meléndrez rendía tributo a los viejos edificios que también son nuevos, o a los nuevos edificios (viejos para otros) de Guadalajara, nos quedamos cortos: la ciudad de Meléndrez no es una geografía y tampoco materia visual: es una idea. “No me importa una ciudad en particular, sino la ciudad como un espacio civilizatorio. Quiero retratarla con los elementos urbanos de todas las urbes por las que he transitado”.
Serán catorce pinturas en gran formato las que completan la retrospectiva del maestro en el arte de la nostalgia, después de casi siete años sin exposiciones. Óleos sobre tela para atestiguar la narrativa que evoca una pared, una contraventana, una puerta, un tinaco, un cable de luz, una chimenea, un balde o la puerta de un elevador. “No me interesa transmitir una idea apegada a la realidad, a la que visualmente percibimos de manera literal, quiero retratar elementos que todos reconocemos visualmente pero como me gustaría que se viesen, como una especie de ciudad paralela a la que vivimos cotidianamente. Siempre he creído que la ciudad posee una belleza oculta e insospechada, más allá de la típica publicitaria, arquitectónica, sino como un contenedor de experiencias. Los edificios están cargados de vivencias y recuerdos, y por eso, a través de la arquitectura podemos homenajear a la memoria. Mi obra siempre ha aludido a esa dolorosa conciencia del paso del tiempo, al estruendo de la ciudad en un remanso de quietud exacerbado”.
Zapatos como un elemento que reconoce existencia, uso y tiempo. Juguetes para recordar la infancia y la inocencia perdida, “de ese estado de gozo puro que disfrutábamos solo cuando éramos niños, y que ahora es un llanto melancólico por ese mundo de ensoñación”. Hace años que Samuel Meléndrez vive en Ciudad de México, pero de Guadalajara todavía le queda algo: “He estado pensando en la arquitectura gótica del Expiatorio, ese es un trabajo pendiente”.
Entrevista: Dolores Garnica
Imágenes: cortesía de Samuel Meléndrez