Eduviges Martínez: las manos más prodigiosas

Recibimos pocas instrucciones para llegar al taller de Eduviges: “Por la libre a Colima, pegado al camino”. Después de 20 minutos de carretera y un par de llamadas, comprendimos la magnitud del viaje: San Sebastián del Sur es un pueblo ubicado entre Ciudad Guzmán y Sayula. Desde Guadalajara, tienes que manejar 50 minutos en los que pasas invernaderos, plantaciones de aguacate y maquilas. El día es fresco, el verde brillante del campo contrasta con lo opaco del cielo nublado en esta época del año.

 

Al llegar reconocemos el puesto de madera, carrizo y lona que Eduviges había descrito. El local es similar a los que se encuentran junto a carreteras alrededor de todo el país en los que se compra fruta, sombreros de paja o hamacas. La diferencia es que en este trabaja y vende su producto el grupo de personas encabezado por Eduviges Martínez, una de las tejedoras de tule con las manos más prodigiosas de Jalisco.

Eduviges forma parte del grupo de artesanos invitados a participar en Visión y Tradición,  iniciativa de Design Week México que reúne lo mejor de las técnicas de producción tradicional con la exploración estética de diseñadores jóvenes. La intención es generar una convergencia de filosofías y obtener un aprendizaje mutuo. En esta ocasión participan diseñadores de Alemania y Jalisco en colaboración con artesanos del estado.

A sus casi 50 años, Eduviges camina con paso ligero y decidido; habla poco, pero a cada pregunta responde sin dudar. Nos explica que de momento trabajan en el área de venta: durante la llamada en que acordamos la visita nos explicó, tranquila, que el taller se había incendiado algunas noches antes. Caminamos un par de locales más adelante hacia los restos, a los que entra por primera vez desde el accidente. Antes de salir, recoge un par de moldes que puede volver a usar

Ver trabajar a Eduviges es un placer, el crujido del tule manipulado por sus manos y el golpe sordo de la piedra contra las fibras trenzadas suavizan el sonido del tráfico constante a unos metros del taller. Las tres mujeres a su alrededor trabajan entre cortas pausas que aprovechan para definir un acabado o resolver dudas. Estas sesiones son extraordinarias, en los meses de lluvia la mayor parte del trabajo se realiza en casa. “Lo que me faltan son manos”, dice Eduviges, quien para mantener el ritmo de producción que los encargos le exigen ha entrenado a cualquier interesado de forma gratuita.

Hasta hace pocos años San Sebastián del Sur era una comunidad de artesanos. La inestabilidad laboral llevó a la mayoría de sus habitantes a dedicarse a otras actividades –las maquilas, invernaderos y campos de aguacates que vimos en el camino. Jarcias y Cabos, una empresa que produce hilos y cordeles industrializados, emplea a gran parte de los antiguos artesanos.

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Dos de los hijos de Eduviges trabajan en puestos administrativos. María Luz, que teje con ella durante nuestra visita, tiene el puesto de molinera en una compañía que recicla plástico. En casa, su nieto de cinco años ya se entrena en la técnica: la voz y los ojos de Eduviges se suavizan cuando describe sus primeros tejidos.

Transmitir el oficio es una de las necesidades que más le apremian, Eduviges aprendió la técnica en su infancia, es la tercer generación de artesanos. Durante la Revolución, a sus abuelos les encargaron las sillas de peluquero para un regimiento cercano; la familia de Francisco, su esposo, subía al tren con dirección a Colima, la silla azul que caracterizaba a la región colgada al hombro

El grupo de la artesana sabe que la apertura a proyectos colaborativos es indispensable para la continuidad de su trabajo. En este sentido han tenido encuentros con estudiantes y programas estatales a los que se acercan mediante un colectivo de unos 50 miembros activos. Iniciativas como Visión y Tradición de Design Week ofrecen la posibilidad de entender nuevas necesidades estéticas y dinámicas de mercado, así como la exposición a otros públicos, posibles clientes o colaboradores.

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Es de esta naturaleza el trabajo que Eduviges ha realizado con Aldo Álvarez Tostado. Tras conocer las posibilidades materiales y plantear algunas ideas, surgió la inquietud de utilizar el lirio como opción que daría a la pieza la consistencia suave y acolchada que requería.

El lirio es un material poco utilizado en la región. Durante el incendio del taller se perdió lo que habían recolectado y preparado, por lo que la pieza actual se trabaja en tule. Al procesar el lirio se encontró una nueva técnica de secado que mantiene su color, un aprendizaje del proyecto que ya planean cómo implantar y regularizar.

Cuando inquiero sobre la obtención del material surge el nombre de Jesús Seda, un cortador de tule de la Laguna de Zapotlán, a quince minutos del taller, encargado de surtir a toda la comunidad. Tardo más en preguntar si podrían llevarnos que Jesús en llegar por nosotros.

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Vamos por caminos de tule cortado que el mismo Jesús Seda va trazando mientras camina sobre el aga. Es de esos hombres que, con verlos, sabes que trabajan por su cuenta. Se mueve con prisas, habla sin rodeos, a puras afirmaciones. Una vez dentro de sus dominios –un claro al lado de otra carretera–, da instrucciones claras e incuestionables gracias a las que salimos casi secos.

Jesús Seda prepara manojos de tule para dejar al sol por siete días y nos cuenta cómo empezó a recolectarlo hace 22 años: cuando tras la crisis del 94 escaseaba el trabajo de albañil, por lo que luego de un periodo de colectar cartón decidió meterse a la laguna. “Acá no se viene cualquiera”, nos explica. Con el tiempo ha descubierto la manera de mantener la calidad del tule –un incendio contenido que hay que empezar vez al año. Sus manos están entrenadas para reconocer los tallos inservibles, el ojo identifica los diferentes tipos de esta planta a distancia: la calidad de su recolección le ha traído pedidos de camiones enteros desde Querétaro. Al despedirnos, agotados por el sol, Jesús se queda inmerso en el trabajo.

Detrás de Visión y Tradición hay un sistema de producción que escapa a las lógicas dominantes actuales y se transmite como un conocimiento práctico, una revalorización del trabajo artesanal –adjetivo que, en las manos de Eduviges y entre los caminos de tule de Jesús, parece recuperar su sentido.

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Texto: Carlos Hernández Quiñónez

Imágenes: México Design

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