Durante generaciones los protagonistas del libro La casa de los espíritus convivieron con los fantasmas que rondaban su hogar. Quizás esta fantasmagórica presencia era una suerte de genius loci, ese espíritu que hace que un espacio se convierta en lugar. En la actualidad es a través del interiorismo como un inmueble cobra significado, y a lo largo de su trayectoria Andrea Cesarman ha dado sobrada muestra de ello.
De la idea al espacio con alma
“El arquitecto plasma una idea sobre el papel. La desarrolla y materializa. Cuando los usuarios empiezan a utilizar el espacio, este cobra un significado especial. La arquitectura se hace para los clientes, ellos le dan alma”, afirma Cesarman. Para que esto suceda, aclara, se parte de un concepto, una filosofía, una lógica espacial que responda al para qué y al porqué de un lugar. En su caso, manejar tanto las bases de la arquitectura como las del interiorismo facilita que su creación resulte más funcional: “Ambas actividades deben ir de la mano. No puedes tener la piel si no te funcionan los huesos”.
Para ella, los arquitectos son “facilitadores de bienestar”. Un espacio bien pensado hará que el usuario tenga una buena experiencia y se sienta feliz, y aunque no esté consciente de ciertas funciones con las que debe cumplir, el arquitecto sí lo debe estar porque todo se planea partiendo de sus necesidades y estilo de vida; así también se propicia que el usuario pase de tomar posesión de un espacio a habitarlo. “Al conceptualizar un espacio se pretende que se convierta en un ‘espíritu habitable’”. Y en este proceso de habitabilidad “hay que seguir ciertos lineamientos que están definidos por el entorno para crear esas sensaciones que van a propiciar comodidad”. Finalmente, “hay que echar mano de elementos como el color, los materiales, la arquitectura misma para que el usuario se relacione con el espacio”.
De la percepción a la realidad
Pensar en tres dimensiones y percibir los alcances de un espacio: no todos poseen esta habilidad. En el caso de la relación arquitecto-usuario es necesario que el primero sintonice su propia percepción del espacio con la del segundo. “Es clave que el cliente confíe en el profesional”, opina Cesarman, “que transmita al cliente lo que puede hacer con su espacio y observar si cumple con sus expectativas”. Cierto es que los sentidos juegan un importante papel. A decir de Andrea, la primera impresión siempre es visual, pero posteriormente se involucran los demás sentidos. “A veces lo que se percibe con los ojos va más allá de lo que ves… el mármol transmite la sensación de frío; la madera, de calor”. Además: “El diseño de interiores es una creación constante de ellas… Las grandes alturas de las iglesias góticas estaban estratégicamente pensadas para hacer que los usuarios se sintieran pequeños ante la grandeza de Dios”.
De la rutina al ritual
Se dice que el hombre es animal de costumbres. Hacemos de nuestras actividades rutinas que se vuelven parte de nuestra cotidianidad. Esto no puede ser ajeno al quehacer arquitectónico. Andrea comenta: “Como arquitecto, se intenta que un espacio se use según el programa con el que fue planeado. Si está bien diseñado se prestará a que en él se lleven a cabo las rutinas de sus usuarios, que acaban por convertirse en rituales”.
Esta entrevista forma parte de nuestro anuario especial Insignias 2018, de venta en Sanborns.
Entrevista: Mari Carmen Nuño
Fotos: cortesía
Retrato: Nuria Lagarde