Doscientos años del Museo del Prado en diez de sus obras de arte

El magnífico Museo del Prado en Madrid, España, cumple doscientos años de historia en millones de historias, tantas como las que cada visitante se inventa, recrea, disfruta y observa en este paraíso de las artes visuales. El museo abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819 bajo el patrocinio del rey Fernando VII, aunque la colección nació con los Reyes Católicos, quienes con sus preferencias por los artistas flamencos marcaron ya desde el siglo XV varios de los tesoros del fondo. Hoy, el museo cuenta con un acervo de más de 35 mil obras, incluyendo a muchísimos clásicos de la historia del arte, así como a los grandes maestros españoles.

 

 Un paseo por el Museo del Prado en diez de sus más icónicas obras:

 

1, La Trinidad, El Greco. 1577-79. Óleo sobre lienzo, 300 x 179 cm.

 

Museo del Prado

 

La maestría de esta pintura, cuya composición, dicen, le debe a un grabado de Durero, se centra en su carácter de innovación: representa un carácter más humanizado de la relación entre Padre e Hijo con gestos increíblemente emocionales. El tratamiento anatómico de Doménikos Theotokópoulos en la figura de Jesús, inspirado en Miguel Ángel y los colores de las vestimentas, resultan excepcionales.  Además, la luz procedente de la nube dorada que parece inundarlo todo. Una maravilla. La pieza llegó al museo en 1823.

 

 

2. Las meninas o La familia de Felipe IV, Diego Velázquez. 1656. Óleo sobre lienzo, 320,5 x 281,5 cm.

 

 

Una obra maestra de la composición, el dibujo, el color y el detalle. Velázquez, experto en crear en cada una de sus obras una reunión de símbolos y significados, pintó en este cuadro servidores palaciegos alrededor de la infanta Margarita, a las meninas, al mismo Velázquez trabajando ante un gran lienzo, a Mari y Nicolasito, que azuza a un mastín, a una dama de honor y un guardadamas, y, al fondo, tras la puerta, José Nieto, aposentador. En el espejo, Felipe IV y Mariana de Austria. Como algunos escritores magistrales, este cuadro logra presentarnos a personajes más que vivos en un escenario completamente real, como si los espectadores formáramos parte de detallada histórica escena, quizá por eso nos gusta tanto…

 

 

3, El 3 de mayo en Madrid o ”Los fusilamientos”, Francisco de Goya y Lucientes. 1814. Óleo sobre lienzo, 268 x 347 cm.

 

 

La represión de la una protesta popular que desembocaría en la guerra de Independencia de España de Napoleón en 1808, este fue el tema de Francisco de Goya para crear dos cuadros, al parecer, propuesta del artista a Fernando VII y creados en las salas del palacio. Terrible esta escena y a la vez bellísima en factura, una pieza perfecta de Goya para mostrar su magia sobre el lienzo, su maestría en representar el horror, la violencia y el miedo que somos capaces de provocar.

 

 

4, Chicos en la playa, Joaquín Sorolla y Partida. 1909. Óleo sobre lienzo, 118 x 185 cm.

 

 

Lo grandioso de esta pintura es exactamente eso, la pintura. Nótense los brochazos de Sorolla que logran recrear el agua y sus ondulaciones, la luz y los colores de arena, el reflejo y la sombra de los niños, además del conocimiento anatómico del artista, que realizó esta obra ya en la madurez de su trabajo. El pieza fue donada al Museo del Prado por el propio Sorolla en 1919, y gracias a eso podemos disfrutarlo.

 

 

5, David vencedor de Goliat, Caravaggio. Hacia 1600. Óleo sobre lienzo, 110,4 x 91,3 cm.

 

 

Esta pintura figuró por vez primera en el inventario del palacio del Buen Retiro de Madrid en 1794. Se ignora su historia anterior, pero sí sabemos que durante mucho tiempo no se le atribuía al genio italiano, si no a la escuela que fundó, la que formó el Barroco. Con su particular y muy dramático uso de la luz, Caravaggio propone en esta pintura una perspectiva diferente, cambiando el primer plano de un clásico a una apuesta por las cabezas de ambos personajes como punto focal. Excepcional.

 

Doscientos años del Museo del Prado en diez obras de arte

 

6, Tríptico del jardín de las delicias, El Bosco. 1490 – 1500. Grisalla, Óleo sobre tabla de madera de roble.

 

 

Esta es, sin lugar a dudas, la obra más compleja y enigmática de El Bosco. Para muchos, su tema es el destino de la humanidad, hermoso y también terrible. Quizá el panel central es más estudiado: un paraíso engañoso a los sentidos y entregado al pecado de la lujuria, cuyo título da nombre al tríptico entero. En el panel derecho se representa el infierno, el más impresionante de los conocidos del pintor, denominado en ocasiones “Infierno musical” por la importante presencia que tienen estos instrumentos a la hora de torturar a los pecadores. Esta es una obra impresionante, y el tiempo nunca es suficiente frente a ella en el Museo del Prado.

 

 

7, Las tres Gracias, Rubens. 1630 – 1635. Óleo sobre tabla de madera de roble, 220,5 x 182 cm.

 

 

Las hijas de Júpiter y de Eurymone simbolizan la belleza, el amor, la fertilidad y la sexualidad, y este es el tema de la obra de Rubens, el genio que sabía llevar la gracia de la escultura a la pintura. En una composición circular, este óleo sobre tela fue una de las últimas obras del artista. Dichosa, alegre y técnicamente certera, esta pieza fue adquirida por Felipe IV para su colección.

 

 

8, Judit en el banquete de Holofernes (antes Artemisa), Rembrandt. 1634. Óleo sobre lienzo, 143 x 154,7 cm.

 

 

Hasta 1986 el Rembrandt Research Project incluyó esta pieza en su Corpus como original del pintor, lo que ratificó el crédito de esta pieza a Rembrandt. Sobre un fondo oscuro, típico del artista de los Países Bajos, está la increíble belleza del cabello de Judit, pero también la textura del jubón de seda, los bordes y cierres del vestido dorados, el cuello de armiño, la cadena de oro con rubíes y zafiros, el arete de perla, la pulsera y la copa de concha que la sirvienta arrodillada frente a ella le ofrece. Una maravilla.

 

 

9, La Fuente de la Gracia, Escuela de Jan Van Eyck. 1440 – 1450. Óleo sobre tabla, 181 x 119 cm.

 

 

Una estructura fuera de este mundo: en el plano superior se encuentra Cristo en el trono, entre la Virgen y San Juan Evangelista, de donde brota un manantial. En el medio aparecen ángeles músicos y cantores. En el plano inferior se representan a la izquierda reyes, nobles, papas, teólogos, y a la derecha varios judíos. Este cuadro, pintado sobre tabla, resulta sorprendente por los detalles, incluso el de los azulejos en el piso y las monedas en la fuente. Una perfecta simetría en este cuadro, conseguida por un alumno siguiendo las instrucciones del maestro Van Eyck.

 

 

10. Autorretrato, Durero. 1498. Óleo sobre tabla, 52 x 41 cm.

 

 

Tan sabía la maravilla que había logrado, que Durero escribió en el alfeizar de la ventana, en alemán: “1498, lo pinté según mi figura. Tenía yo veintiséis años, Albrecht Dürer”. La pieza ingresó al Museo del Prado en 1827 y muestra al pintor y grabador con las mejores galas de la época, incluyendo guantes y por la ventana, una escena natural de Italia. Su mirada, exquisita, mirará hacia el infinito para siempre.

 

 

11, Perro semihundido, Goya. 1820 – 1823. Técnica mixta sobre revestimiento mural trasladado a lienzo, 131 x 79 cm.

Como pilón esta pieza de Goya que engalana la portada, una de nuestras favoritas…

 

 

Texto: Dolores Garnica

Imagen: cortesía

Suscríbete a nuestra edición impresa

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra
  • Your cart is empty.