El espíritu de la obra: Elisa Lerma García de Quevedo

Me presento con Elisa y Octavio, los jefes de Taller5, diciendo que yo antes tenía amigos arquitectos y que uno de ellos alguna vez me contó cómo Albert Speer diseñó las oficinas de Hitler buscando hacer sentir a cualquier visitante como un enano. No es la mejor manera de romper el hielo, pero hace calor y estoy aturdido. Acabo de caminar bajo el sol por las calles de Panorama, una colección de casas dispares, un bonito revoltijo de décadas y estilos. Al final logro aterrizar la anécdota: gracias al ejemplo de Speer entendí hace tiempo que la arquitectura era un arte manipulativo como cualquier otro, lleno de efectos y sugestiones para hacer sentir al usuario de tal o cual forma.

 

 

Me acabo la botella de agua de un trago y comienzo la entrevista a Elisa Lerma García de Quevedo. Lo primero es averiguar a grandes rasgos su filosofía de diseño. “Plasmar la personalidad de los clientes. Les digo que lo que hacemos es un traje a la medida. Captar sus necesidades y traducirlas a espacios, en donde ellos sientan que la casa es una extensión de sí mismos”.

 

 

¿El arquitecto, entonces, debe estudiar al cliente?

“Hay una serie de entrevistas y acercamientos; les pedimos que nos desmenucen su estilo de vida. Se trata de conocer sus gustos y rutinas, aunque a veces saber esto no se logra de manera verbal… hay que captarlo en el aire. Una vez que logramos entender todas las necesidades y dinámicas de los habitantes de ese espacio, venimos al taller y comenzamos a hacer una proyección”.

 

 

¿En este proceso desaparece el diseñador, o se procura buscar un balance entre sus gustos y los del cliente?

“Hay un lenguaje que hemos desarrollado con el tiempo. Nos gusta que los materiales se expresen. Manejamos concreto, acero, vidrio, piedras naturales y buscamos su equilibrio en el espacio. Ya en este punto, la gente identifica nuestro lenguaje.

Doy un vistazo a la atmósfera en la que estoy metido y reconozco los elementos de los que habla Elisa. Percibo un ritmo entre materiales y espacios. Creo que comienzo a entender.

 

 

Aun así, le pregunto (con tropiezos) si la obra busca tener algún significado, o si al final todo se reduce a función y estética. “Buscamos que la obra tenga espíritu. No es solo una estética dentro de un vacío; debe tener espíritu, esto se da en conjunción entre el espacio y quien lo habita”. En esta parte decido saltarme las indicaciones del editor y le pregunto a Elisa si alguna vez han tenido clientes con especificaciones extrañas o peculiares. “Sí, son los que más nos gustan. Son desafiantes. Está el caso de una clienta que quería una casa sin puertas o cortinas, para vivir ella sola. Fue una gran satisfacción, pues ella nos dijo que nuestro trabajo había superado sus expectativas. También tuvimos un cliente que pedía una casa diseñada para vivir con doce perros de distintos tamaños”.

 

 

Por último: si pudieran construir cualquier cosa, ¿qué harían?

Elisa, un museo. Octavio Arreola, una iglesia. “Cuando llegas a una iglesia el efecto sobrecoge, te quedas; más allá de la fe, es el espacio”. Estoy de acuerdo. “Sí, yo cuando estoy en una buena iglesia soy creyente”, les digo.

 

Esta entrevista forma parte de nuestro anuario Insignias 2018, de venta en Sanborns.

 

Entrevista: Eduardo Padilla

Fotos: Oscar Hernández, Roberto Ortiz y Diego Torres

Retrato: cortesía

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