Estadio Diablos: la integración comunitaria

Los Diablos Rojos ya tienen casa en la Ciudad de México. El Estadio Diablos, inaugurado en febrero de este año, se trata del primer estadio de su categoría en el país. La obra es  resultado de una colaboración entre FGP Atelier, despacho afincado en Chicago Illinois, liderado por el arquitecto Francisco González Pulido, y Taller ADG, fundado por Alonso de Garay en la capital mexicana.

 

 

Localizado en el complejo Magdalena Mixhuca, parque olímpico utilizado en los Juegos del 68, el Estadio Diablos, además de albergar a un equipo triple A, con 70 años de historia y ganador de 16 campeonatos, será sede también de la Fórmula Uno en noviembre de 2019.

 

 

Para Francisco González Pulido, el Estadio Diablos es más que el nuevo hogar del beisbol mexicano, es un punto de encuentro para la comunidad que lo circunda. El diseño integra una plaza pública que rodea parte del recinto, con la idea de que sea utilizado como mercado para los habitantes de los alrededores, ampliando la oferta de trabajo de la región.

 

 

El objetivo final de la obre fue la realización de una enorme arena pública donde el espacio abierto tenga el mismo protagonismo que el construido. El diseño, a cargo de Pulido y basado en un legado moderno de la innovación material, la integración formal y la construcción modular, crea una fuerte conexión con la ciudad a través de un anfiteatro abierto y un techo flotante, elementos que desafían el arquetipo de las instalaciones deportivas al mismo tiempo que reúnen a una comunidad diversa. En suma, la obra pretende contextualizarse desde el reconocimiento de las formas históricas. El estadio, como mediador entre el juego y la comunidad, es entonces un generador de interacción social tanto dentro como fuera del recinto.

 

 

Desde la perspectiva de sus creadores, el camino hasta la entrada del Estadio Diablos remite al ingreso a un templo mesoamericano: apenas entrar, el visitante se encontrará con seis pirámides revestidas de piedra volcánica. En el interior, un anillo conecta todos los asientos y elementos subyacentes, creando así una experiencia que se disfrutará con amplias y despejadas vistas al campo.

 

 

El techo imita al cielo: nítido, traslúcido, luminoso y dinámico. Es un refugio para las demás actividades que se desarrollan en el estadio y protege a los espectadores mientras ven los partidos. En contraste, el nivel básico es ceremonial, con referencias a los antiguos juegos de pelota: en conclusión, el recinto se rige bajo un concepto de la dualidad entre el México contemporáneo y el prehispánico, combinando también tradición, innovación, austeridad y tecnología en un solo lugar.

 

Texto: Yaheli Hernández

Fotos: cortesía

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra
  • Your cart is empty.