Pabellón Nacional de la Biodiversidad: Fernanda Ahumada + FREE

El Pabellón Nacional de la Biodiversidad es un nuevo espacio para la UNAM, ubicado en el corredor cultural de Ciudad Universitaria. El proyecto nace con el fin de crecer y conservar el archivo del Instituto de Biología, así como de crear laboratorios temáticos para el estudio científico de la colección de especies muertas más grande de Latinoamérica.

El proyecto responde desde distintas retóricas. De forma conceptual, el partido arquitectónico propone un esquema radial que surge de la interpretación del árbol de la vida y la idea de que cada ser vivo está conectado. Las escaleras, ubicadas en el centro del edificio, representan la doble hélice del DNA, la molécula que contiene la información genética de todos los seres vivos y a partir de la cual surgen cada una de las especies del planeta. Arquitectónicamente, la escalera ubicada en el epicentro del edificio es el elemento  que conecta los distintos espacios del pabellón. De ella emanan los recorridos hacia las salas de exhibición, el archivo y los laboratorios, formando una planta radial que representa la posibilidades infinitas de la biodiversidad. En términos materiales, la fachada de cristal con aluminio y el basamento hecho con piedra del lugar permiten vincularlo directamente con el sitio.

El pabellón, con más de once mil metros cuadrados de construcción, cuenta con una salas de exhibición y salas multimedia, biblioteca digital, oficinas, área de resguardo y laboratorios, todo ello distribuido en tres niveles con una disposición radial.

En planta, cada nivel cuenta con tres anillos. El primer anillo está destinado al programa público y parte desde el centro con la circulación vertical y las exhibiciones permanentes. El anillo subsecuente es de uso privado y resguarda las colecciones. El último anillo que resguarda el resto del programa, y ubicado en el borde de la fachada, corresponde a los espacios de consulta especializada, laboratorios y oficinas de curaduría. Esta mezcla de zonas en cada planta permite crear una interacción entre los usuarios temporales y permanentes del edificio. Se aprovechó la planta circular para lograr dos objetivos principales, por un lado, unir todos los espacios a través de un solo núcleo vertical, y por otro, crear vistas panorámicas de 360 grados al paisaje natural por medio de su fachada que se abre y cierra en forma de onda según las necesidades específicas del programa.

Uno de los grandes retos fue la distribución de los archivos de las cuatro colecciones del instituto —mamíferos, reptiles, peces y aves— debido a la gran cantidad de metros cuadrados que se debía destinar. Cada colección se ubicó de forma estratégica para resolver las necesidades climáticas, de resguardo y crecimiento futuro. Para su correcto funcionamiento, existen compactadores de alta densidad para almacenaje, estos se desplantan sobre rieles metálicos que se desplazan para almacenar la mayor cantidad de especies en el menor espacio posible. Además, planteamos una estructura ortogonal dentro de la planta circular con la intención de optimizar las zonas de resguardo y permitir el futuro crecimiento.

Al edificio, accedes desde una explanada escalonada que busca la estadía de los visitantes y se conecta con el corredor cultural; en esta planta se ubica el área más grande de exhibición y tres de las cuatro colecciones junto con laboratorios. El nivel uno se caracteriza por ser el más cerrado de acuerdo con los requerimientos técnicos; aquí se ubica una de las colecciones, el laboratorio de biología molecular, el auditorio y las oficinas administrativas.

En última instancia, el nivel inferior responde al desnivel del terreno, este contiene los espacios de mayor uso público, tales como la tienda, la cafetería y la biblioteca digital; al ubicar estas áreas aquí se aprovecha la vista directa a la cantera, a la vez, que se genera un ambiente tranquilo e introspectivo. Además, la privilegiada ubicación del sitio, inmersa en el corredor cultural universitario, sumó al programa espacios para la difusión, con el objetivo de despertar el interés de los visitantes en las carreras científicas.

En cuanto a sus fachadas, el nivel inferior funciona como una vitrina hacia la biodiversidad endémica al integrar de forma directa vistas entre el espacio natural que rodea el edificio. Los dos niveles superiores tienen una doble fachada de vidrio y aluminio multi perforado que permiten tener vistas controladas y cuyo desdoble responde a las necesidades de iluminación y ventilación de los espacios interiores. El resultado es una fachada formada por miles de módulos de aluminio de 30×20 cm que se mueven junto con el viento, un movimiento que se genera a raíz de las condiciones climáticas del sitio y que hacen alusión a su importancia en la evolución y permanencia de la biodiversidad, lo cual provoca una fachada viva.

El basamento del edificio está construido a base de cantera, una piedra volcánica que es el elemento más característico de la biodiversidad local, resultado de la explosión del Xitle que le dio el nombre a la zona del Pedregal y en donde se ubica la Ciudad Universitaria. Cabe resaltar que para la construcción de estos muros se utilizó la misma piedra que se retiró para la cimentación.

El proyecto se resume como una fusión entre los espacios públicos y privados, en donde el usuario temporal puede convivir con lo expuesto, pero también con el sitio, despertando así la inquietud de todo lo que está detrás del estudio y conservación de las especies.

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