Arquitectura neoclásica: la herencia de Grecia y Roma en México

La arquitectura neoclásica en México, si bien comparte características con la del movimiento europeo, cuenta con un desarrollo y rasgos distintivos propios. 

 

La arquitectura neoclásica mexicana es aquella que inició con la llegada a la Nueva España de Manuel Tolsá, quien fue un escultor y arquitecto de origen español. La obra de Tolsá en el nuevo continente se presentó a partir de 1791, fecha en la que comenzó su labor como director de escultura en la Academia de San Carlos.

 

Es importante resaltar que el estilo neoclásico mexicano tiene diferentes etapas. La primera sucedió durante el virreinato, a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La segunda, también del siglo XIX, surgió debido a los cambios políticos y académicos de la época, ahora con Francisco Javier Cavallari como director de arquitectura en la Academia. 

 

La etapa neoclásica de la Nueva España se distinguió por aplicar con mayor énfasis el canon de la arquitectura clásica. Lo anterior debido a que, con la apertura de la Academia de San Carlos, se recibió un flujo considerable de artistas y arquitectos europeos. No es de extrañarse, por tanto, que este sea el período más parecido al neoclásico del viejo continente. 

 

 

Tanto en el viejo como en el nuevo continente, el neoclásico respondió no sólo a un cambio de visión en las artes, sino también a la caída del régimen monárquico Francés (en el caso de Europa) y a la independencia de la Nueva España, además del ascenso de la burguesía.

 

Dentro de sus características tenemos una simplificación de las líneas; la exageración en las formas y ornamentos del rococó son reemplazadas por la razón compositiva. Destaca el uso de los órdenes griegos, en especial el jónico y el dórico. Los contrastes volumétricos son menores, ya que se prefiere la simetría. 

 

Los ejemplos más representativos del neoclásico en México son el Hospicio Cabañas (1805-1845) en Guadalajara y el Palacio de Minería (1797-1813) en la Ciudad de México. Este último, una obra de Manuel Tolsá, cuenta con rasgos notables de la arquitectura de la época: una fuerte horizontalidad y composición en líneas rectas,  la presencia de columnas, así como de escaleras centrales y el patio detrás del vestíbulo.

 

El Hospicio Cabañas, por su parte, también tuvo a Tolsá al frente. A pesar de que él no estuvo en Guadalajara para su construcción, supervisó el proyecto, además de encargarlo a José Gutiérrez, quien se encargó en persona de la obra. Al igual que el Palacio de Minería, este edificio, hoy considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, tiene como principales características la simetría y el uso de líneas en su constitución.

 

 

Otros ejemplos del neoclásico en México son el Antiguo Real Hospital de San Juan de Dios, en Michoacán, la Casa de la Cultura, en San Luis Potosí, el Teatro Morelos, en Aguascalientes, el Museo Regional, en Guerrero, entre muchos otros. 

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