Breve historia de la arquitectura emocional en México

 

 

Por Paloma Sáenz

 

La arquitectura emocional se da en México a mediados del siglo XX, buscando una transición entre la arquitectura puramente funcional y la búsqueda y recuperación de la identidad y tradición de la arquitectura mexicana. Para esta corriente la arquitectura es una obra de arte, no sólo un espacio funcional en el que habitamos y nos movemos. A través del espacio, habitamos el espacio para poder apreciar y sentir emociones al estar en distintos ambientes.

Mathias Goeritz fue el principal impulsor de la ‘arquitectura emocional’ en México. Para él, la arquitectura era una obra de arte y debía ser tratada como tal, no sólo responder a su funcionalidad. Publicó el ‘Manifiesto de Arquitectura Emocional’, que detalló el concepto que guiaba su obra y esto lo llevó a ser el precursor de esta corriente.

 

arquitectura emocional
Mathias Goeritz

 

Durante esta época, Goeritz realizó el Museo Experimental El Eco en la Ciudad de México, que es considerado una obra importante en la historia del arte moderno. Mathias Goeritz utilizaba el color, la forma y la textura para provocar emociones a través de sus creaciones.

En las obras pertenecientes a esta corriente existe esta necesidad de provocar emociones y sensaciones en el espectador por medio del espacio. En el manifiesto se plantea la manera en que percibimos, habitamos y funcionamos dentro de los espacios.

 

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Para poder apreciar un espacio de manera emocional se toman en cuenta factores como el color, la iluminación y el agua. Estas características ponen a trabajar todos los sentidos en el ser humano y, al apreciarlos de manera conjunta, disparan sensaciones y emociones en nosotros.

 

Los grandes exponentes de la arquitectura emocional

 

Algunos de los arquitectos más importantes de esta corriente son Ricardo Legorreta, que se enfocó más en obras de grandes dimensiones, como el hotel Camino Real en México; y Attolini Lack, cuya arquitectura era más minimalista y austera, y se preocupaba por la relación entre el entorno y el edificio.

Pero el arquitecto más importante de esta corriente es Luis Barragán. Barragán fue uno de los arquitectos más importantes de México en el siglo XX y ganador del premio Pritzker en 1980. Nació en Guadalajara en 1902 y era ingeniero civil y arquitecto, esto último sin título oficial, por parte de la Escuela Libre de Ingeniería de Guadalajara.

 

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Retrato de Luis Barragán, fotografía de Ursula Bernath.

 

La última etapa de su trabajo se considera como uno de los mejores y más icónicos ejemplos de la arquitectura mexicana moderna. Utilizaba elementos como el agua, vegetación, colores, patios, muros y luz para crear espacios que provoquen distintas sensaciones y emociones. Aislaba el interior del exterior, creando un refugio. Los colores y la luz ambientan, animan y tiñen el espacio dependiendo del momento del día.

 

El legado de Barragán

 

Su obra es un proceso de reinterpretación de raíces culturales para darles un nuevo significado y lugar dentro de la arquitectura. Utilizaba materiales usualmente asociados con la arquitectura de los pueblos mágicos del país. En las casas y obras de Barragán, los muros son rugosos y ásperos, los pisos están hechos con baldosas de barro, los colores son intensos como amarillo ocre, azul añil, rosa mexicano o morado.

En Guadalajara, proyectó y remodeló casas particulares, lo cual le dio muy buena fama y le permitió crecer como arquitecto. Después se trasladó a México. Ahí trabajó en colaboración con Goeritz en las Torres de Satélite en la Ciudad de México y con Max Ludwig Cetto Day creando y diseñando el plan de urbanización del Pedregal de San Ángel.

 

 

Algunas de sus obras más icónicas incluyen la Casa Gilardi, con su famosa piscina-estancia-comedor, y la Casa-Estudio Luis Barragán. Actualmente, la Casa Luis Barragán, donde habitó hasta su muerte en 1988, es una Casa-Museo que alberga exposiciones y distintos eventos culturales. Pertenece al Gobierno de Jalisco y a la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán. La Casa es una obra representativa de la arquitectura contemporánea y en 2004 la Unesco la reconoció como Patrimonio Mundial.

 

Texto: Paloma Sáenz

Imágenes: Cortesía

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