Han existido revoluciones en la historia, la fotografía, en específico llegó a ser una revolución en el arte, por algún tiempo se pensó que lo sustituiría y dio pie a una reinvención de los artistas para superar dicho portento. En resumen: “A partir de usar la tecnología, el arte también evolucionó“.
La tecnología siempre ha acompañado al arte como herramienta, el que genera el arte es el ser humano a partir de su intelecto, su talento y sensibilidad. Debemos empaparnos de estas tecnologías para ver qué paso cuántico vamos a dar. Esto está iniciando ya una revolución con ayuda de nosotros, que alimentamos esas AI, y en algún punto nos superarán. Aun así, todo esto es una novedad y sigo creyendo que una obra en físico valdrá más en el futuro. En el arte y en los NFT hay valores similares y al final lo que rige el valor de una pieza de arte es la demanda, por lo que está respaldada la obra, todo el misticismo, su historia y todas las experiencias del artista, ahí no hay especulación como en los NFT.
Más que un fin, veo un medio, una herramienta para crecer, hacer las cosas más rápido y mejor en el arte. Es importante aprovechar y ver con buenos ojos todo lo nuevo, ver “el cómo sí antes del cómo no”, conocer y saber de qué se trata y que tan útil nos puede ser. Habrá quien no lo quiera ver y también está bien. Ya el tiempo dirá si será trascendente o no, pero siempre con ojos abiertos, claridad mental y madurez para aprender lo que se venga en esta interesante época que nos toca vivir.
Un libro puede certificar que una obra existe, sí, yo conocí muchas obras así antes de tener la oportunidad de verlas físicamente. ¿pero si llegaran a quemarse estos registros o sufrir algún daño? “En ese sentido tenerlos en NFT podría ser correcto para un artista”, significaría tenerlo para la posteridad, respaldado de un original, ahí es donde realmente tiene un valor diferente y no basado en especulación.
José Luis Malo se confronta a sí mismo, reinventándose, poniendo metas para evolucionar como ser humano, porque en sus palabras, cuando un artista deja de hacer eso, se convierte en un reproductor de piezas que solo llenan un espacio y se repite todo el tiempo.