Hace por lo menos 30 años que Claudia Perenzalez ha establecido una relación única con la pintura abstracta. Hecho que la ha llevado a presentar hasta la fecha por lo menos 62 exposiciones colectivas y 17 individuales, en Canadá, España, Italia y Francia.
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Entre sus muchos éxitos se encuentran sus obras seleccionadas por Salón de Octubre- Ex Convento del Carmen, la Bienal Nacional Pedro Coronel, el Premio Nacional de Pintura Atanasio Monroy, y el Troisème Mexique Peinture Contemporaine -Instituto de Mexico en París, todo esto en 2007.
En 2009 es nuevamente seleccionada por el Premio Nacional de Pintura Atanasio Monroy, esta vez en la categoría de pintores en consolidación. En 2010 también vuelve a ser seleccionada en el concurso Salón de Octubre- Ex Convento del Carmen. En 2012 obtiene el Segundo Lugar en la Bienal Nacional de Pintura Atanasio Monroy y en 2016 la Beca Proyecta producción.
En Claudia Perenzales hay una artista consolidada, que ha pulido insistentemente un lenguaje a través de la depuración de las formas, en el que según la artista, incluso los colores son dolorosamente rescatados.
Este mes de abril hemos tenido la oportunidad de realizarle una breve entrevistarla, para conocer un poco más acerca de sus procesos internos, y esto fue lo que nos compartió.
Dentro de la abstracción hay un autorretrato
MD: ¿Qué hay en el arte abstracto que te permite comunicarte de forma más adecuada?
CP: Disfruto de la pintura abstracta porque para mi el cuadro logra comunicar con pocos elementos toda su intensidad y hacer vibrar al espectador con una fuerza contundente de formas, textura y color. Como si dentro de toda abstracción hubiera siempre un autorretrato, un grito, un sueño.
En mi trabajo artístico apelo a compartir experiencias, pinto desde mi visión del mundo deconstruyendo imágenes de forma introspectiva.
Las obsesiones fundamentales y el impulso vital
MD: ¿Por qué la dinámica entre la ausencia, el vacío, el silencio y el color ocurre en tus piezas del modo en que lo hace?
CP: Mi trabajo se caracteriza por una constante búsqueda de lo que llamo “mis obsesiones fundamentales de mi diario existencialismo” donde, para mí, cada cuadro es una metáfora de vida, una meditación. De ahí que el silencio, el vacío y la ausencia son parte de las proyecciones, reflexiones y sentimientos que busco explorar.
Para que algo nazca, algo debe desaparecer; en mi obra no creo, anulo: borro, cubro, raspo, y vuelvo a cubrir con pinceladas. Es una continua obsesión por el encontrar y crear al vacío.
Al anular, origino. Así surgen estos colores dolorosamente rescatados. Unas líneas rompen el fondo que lo sustenta, más que crear imágenes busco crear sensaciones que crucen el ojo y se vayan directo al estómago.
Para mi, en mi obra está la identificatoria constante; la permanente dialéctica muda entre los títulos de mi obra y la obra. Siempre es un doble trabajo: la pulsión del trazo, el gesto de las líneas y formas, lo in/consciente de la idea, el depurado automatismo …y esos pequeños haikus de abstracta sencillez y profundas posibilidades.
El impulso vital, ese que produce un trazo, un dibujo, si acaso una fría, delgada, cuadrada geometría, que aparente y racionalmente no expresa nada, se arropa ante un contexto de mucho e inconscientemente pensado color y genera una redonda y robusta idea: vacío.
Prontuarios que no cesan de modificarse
MD: Todas las formas de lenguaje son abstractas, pero en las obras de arte, y especialmente cuando se trata de arte abstracto, suele haber mayor reticencia a mencionar de forma explícita lo que el autor de la obra desea poner en ella ¿qué relación guardan tus obras con su título?
CP: Aunque el arte abstracto no es narrativo, no cuenta historias, los modos de representación: los acentos en la textura-color, los detalles-líneas, los inherentes textos, reflejan un intenso acto físico y emocional de pintar-escribir que es lo que busco.
La promesa plástica y la dimensión poética de mis obras ofrecen esencialmente una expresión, un sentimiento, busco que al reunirlos hagan descubrir en el espectador las tensiones subjetivas que lo animan. Es mi muy personal boicot; el título; que abre un sinfín de posibilidades de interpretación, empuje al espectador ante la única posibilidad; el sentimiento primigenio. Así, el dúo dinámico de cada cuadro-eslabón, se entreteje y repercute en el siguiente, proyecta su potencia y altera la trama de este prontuario que no cesa de modificarse.
Claudia Perenzalez tiene muy claro el modo en que su mundo interno se expresa en la pintura abstracta. Así es que como resultado, a la hora de crear, busca restar todo aquello que estorba a la forma para dejarla lo más desnuda y clara posible, criterio que no siempre es sencillo, en este ejercicio de honestidad las piezas contienen color, textura, y líneas que expresan el movimiento.
Además, a cada pieza se suma lo que la autora llama “su personal boicot”: el título, que redondea la experiencia. Y es que las pequeñas frases que constituyen este elemento de cada pieza vuelven aún más dinámica la comunicación entre la artista y quien recibe el resultado, son casi declaratorias, casi, porque subyacen al deseo de expresar sin determinar otras interpretaciones posibles, entonces entablan un diálogo.