La inclusión, una reflexión de época

Texto: Marisa Benabib (1)

Ilustración: Diana Arana

 

Cuando necesitamos hacernos la pregunta: ¿es incluyente este diseño?, es porque algo está truncado en la sociedad…

Para entenderlo tendríamos que remontarnos a ciertas épocas de la historia donde se han hecho distinciones en la sociedad por tener diferente color de piel, ideas religiosas o creencias distintas. Consideremos, por ejemplo, las persecuciones realizadas durante el siglo XV a los judíos en España por no pensar igual que los reyes católicos. A pesar de que algunos de los perseguidos cambiaron de religión en lo exterior, la mayoría fueron expulsados del país. Con todo, lo que concierne de lleno a este tema es la exclusión por las capacidades físicas o mentales de una persona, por esconder o discriminar a quienes no parecían iguales al resto.

¿Qué diría la sociedad si una familia salía a pasear en público con un hijo con discapacidad? ¿O si una compañía empleaba a un trabajador lisiado? ¿Qué pensaría la opinión pública si un funcionario o actor tenía alguna malformación o síndrome? Dichas críticas, ese tipo de elitismos, finalmente, en los umbrales del siglo XXI, parece que están empezando a desaparecer. En México, a finales de la década de los noventa, gran parte de las instituciones de enseñanza básica ya había incluido en sus planes de estudio regulares a alumnos con discapacidades, para lo que capacitaron a docentes y contrataron personal especializado.

Recientemente las empresas “asimilan en sus operaciones una serie de valores básicos que abarcan cuatro aspectos esenciales: derechos humanos, normas laborales, ambiente y anticorrupción” (2) conocidos como Responsabilidad Social Empresarial (RSE), concepto que cobró fuerza en la última década del siglo XX incorporándose a la cultura organizacional. (3) A partir de ello, las empresas integran trabajadores con distintas capacidades, que llevan a cabo tareas específicas bajo cierta dirección. Pero más importante aún, la conciencia de las personas comienza a entender esas imperfecciones de la naturaleza humana: ese incluyentismo de que si bien, no todos somos iguales, sí somos seres humanos con los mismos derechos.

Esta apertura despliega una ventana de oportunidad para que disciplinas como el diseño y la arquitectura se planteen concebir ideas pensando en todos; no obstante la conceptualización y concretización que requieren los diseños para ciertos grupos, quienes por sus características físicas precisan de adaptabilidad y una propuesta para mejorar su calidad de vida.

Así, el siglo XXI se enorgullece y se auto-describe como incluyente. ¡Qué bien que llegó este momento en la historia humana!, lástima que tuvieron que pasar cientos de años para mirar abiertamente las distintas capacidades del ser humano.

La pregunta persiste: ¿Será que la sociedad de este siglo es más consciente, más humana que la de siglos anteriores? O, ¿acaso la especialización en diversas disciplinas nos ha llevado a diseñar para esos sectores que estaban tan olvidados de los reflectores, y al atenderlos y ofrecerles soluciones innovadoras, se alcanza lo que tanto busca la sociedad actual: reconocimiento, popularidad y visibilidad?

Sea cual sea la respuesta a esta paradoja, la realidad es que hoy tenemos diseños sorprendentes: la escuela Hazelwood para niños ciegos y sordos en Escocia diseñada por el despacho de Alan Dunlop, concebida para que los escolares con doble discapacidad puedan moverse y aprender en un ambiente que potencialice sus otras habilidades, obteniendo confianza en ellos mismos. (4) Enhorabuena por esos creadores, quienes con sus diseños logran que distintos sectores de la sociedad puedan convivir en igualdad de circunstancias, tener mayores aspiraciones y mejores oportunidades.

 

 


 

(2) responsabilidadsocial.net

(3) rockcotent.com

(4) aladunloparchitects.com

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